sábado, 26 de mayo de 2012

CUENTOS POPULARES RUSO-ALEKSANDER N. AFANASIEV




     Vivía en otros tiempos un comerciante con su mujer; un día ésta se murió, dejándole una hija. Al poco tiempo el viudo se casó con otra mujer, que, envidiosa de su hijastra, la maltrataba y buscaba el modo de librarse de ella.
Aprovechando la ocasión de que el padre tuvo que hacer un viaje, la madrastra dijo a la muchacha:
-Ve a ver a mi hermana y pídele que te dé una aguja y un poco de hilo para que te cosas una camisa.
     La hermana de la madrastra era una bruja, y como la muchacha era lista, decidió ir primero a pedir consejo a otra tía suya, hermana de su padre.
     -Buenos días, tiíta.
     -Muy buenos, sobrina querida. ¿A qué vienes?
     -Mi madrastra me ha dicho que vaya a pedir a su hermana una aguja e hilo, para que me cosa una camisa.
     -Acuérdate bien -le dijo entonces la tía- de que un álamo blanco querrá arañarte la cara: tú átale las ramas con una cinta. Las puertas de una cancela rechinarán y se cerrarán con estrépito para no dejarte pasar; tú úntale los goznes con aceite. Los perros te querrán despedazar; tírales un poco de pan. Un gato feroz estará encargado de arañarte y sacarte los ojos; dale un pedazo de jamón.
     La chica se despidió, cogió un poco de pan, aceite y jamón y una cinta, se puso a andar en busca de la bruja y finalmente llegó.
     Entró en la cabaña, en la cual estaba sentada la bruja Baba-Yaga sobre sus piernas huesosas, ocupada en tejer.
     -Buenos días, tía.
     -¿A qué vienes, sobrina?
     -Mi madre me ha mandado que venga a pedirte una aguja e hilo para coserme una camisa.
     -Está bien. En tanto que lo busco, siéntate y ponte a tejer.
     Mientras la sobrina estaba tejiendo, la bruja salió de la habitación, llamó a su criada y le dijo:
     -Date prisa, calienta el baño y lava bien a mi sobrina, porque me la voy a comer.
     La pobre muchacha se quedó medio muerta de miedo, y cuando la bruja se marchó, dijo a la criada:
     -No quemes mucha leña, querida; mejor es que eches agua al fuego y lleves el agua al baño con un colador.
     Y diciéndole esto, le regaló un pañuelo.
     Baba-Yaga, impaciente, se acercó a la ventana donde trabajaba la chica y le preguntó a ésta:
     -¿Estás tejiendo, sobrinita?
  -Sí, tiíta, estoy trabajando.
  La bruja se alejó de la cabaña, y la muchacha, aprovechando aquel momento, le dio al gato un pedazo de jamón y le preguntó cómo podría escaparse de allí. El gato le dijo:
     -Sobre la mesa hay una toalla y un peine: cógelos y echa a correr lo más de prisa que puedas, porque la bruja Baba-Yaga correrá tras de ti para cogerte; de cuando en cuando échate al suelo y arrima a él tu oreja; cuando oigas que está ya cerca, tira al suelo la toalla, que se transformará en un río muy ancho. Si la bruja se tira al agua y lo pasa a nado, tú habrás ganado delantera. Cuando oigas en el suelo que no está lejos de ti, tira el peine, que se transformará en un espeso bosque, a través del cual la bruja no podrá pasar.
     La muchacha cogió la toalla y el peine y se puso a correr. Los perros quisieron despedazarla, pero les tiró un trozo de pan; las puertas de una cancela rechinaron y se cerraron de golpe, pero la muchacha untó los goznes con aceite, y las puertas se abrieron de par en par. Más allá, un álamo blanco quiso arañarle la cara; entonces ató las ramas con una cinta y pudo pasar.
     El gato se sentó al telar y quiso tejer; pero no hacía más que enredar los hilos. La bruja, acercándose a la ventana, preguntó:
     -¿Estás tejiendo, sobrinita? ¿Estás tejiendo, querida?
     -Sí, tía, estoy tejiendo -respondió con voz ronca el gato.
     Baba-Yaga entró en la cabaña, y viendo que la chica no estaba y que el gato la había engañado, se puso a pegarle, diciéndole:
     -¡Ah viejo goloso! ¿Por qué has dejado escapar a mi sobrina? ¡Tu obligación era quitarle los ojos y arañarle la cara!
     -Llevo mucho tiempo a tu servicio -dijo el gato- y todavía no me has dado ni siquiera un huesecito, y ella me ha dado un pedazo de jamón.
     Baba-Yaga se enfadó con los perros, con la cancela, con el álamo y con la criada y se puso a pegar a todos.
     Los perros le dijeron:
     -Te hemos servido muchos años, sin que tú nos hayas dado ni siquiera una corteza dura de pan quemado, y ella nos ha regalado con pan fresco.
     La cancela dijo:
     -Te he servido mucho tiempo, sin que a pesar de mis chirridos me hayas engrasado con sebo, y ella me ha untado los goznes con aceite.
     El álamo dijo:
     -Te he servido mucho tiempo, sin que me hayas regalado ni siquiera un hilo, y ella me ha engalanado con una cinta.
     La criada exclamó:
     -Te he servido mucho tiempo, sin que me hayas dado ni siquiera un trapo, y ella me ha regalado un pañuelo.
     Baba-Yaga se apresuró a sentarse en el mortero; arreándole con el mazo y barriendo con la escoba sus huellas, salió en persecución de la muchacha. Ésta arrimó su oído al suelo para escuchar y oyó acercarse a la bruja. Entonces tiró al suelo la toalla, y al instante se formó un río muy ancho.
 Baba-Yaga llegó a la orilla, y viendo el obstáculo que se le interponía en su camino, rechinó los dientes de rabia, volvió a su cabaña, reunió a todos sus bueyes y los llevó al río: los animales bebieron toda el agua y la bruja continuó la persecución de la muchacha.
     Ésta arrimó otra vez su oído al suelo y oyó que Baba-Yaga estaba ya muy cerca: tiró al suelo el peine y se transformó en un bosque espesísimo y frondoso.
     La bruja se puso a roer los troncos de los árboles para abrirse paso; pero a pesar de todos sus esfuerzos no lo consiguió, y tuvo que volverse furiosa a su cabaña.
     Entretanto, el comerciante volvió a casa y preguntó a su mujer.
     -¿Dónde está mi hijita querida?
     -Ha ido a ver a su tía -contestó la madrastra.
     Al poco rato, con gran sorpresa de la madrastra, regresó la niña.
     -¿Dónde has estado? -le preguntó el padre.
     -¡Oh padre mío! Mi madre me ha mandado a casa de su hermana a pedirle una aguja con hilo para coserme una camisa, y resulta que la tía es la mismísima bruja Baba-Yaga, que quiso comerme.
     -¿Cómo has podido escapar de ella, hijita?
     Entonces la niña le contó todo lo sucedido.
     Cuando el comerciante se enteró de la maldad de su mujer, la echó de su casa y se quedó con su hija.
     Los dos vivieron en paz muchos años felices.
PASADO Y PRESENTE|26 may|POR Juan Daniel Balcácer

Miguel ángel báez díaz y el 30 de Mayo

David Lowenthal, en su libro El pasado es un país extraño observa que a los historiadores no les es dable abarcar ni recuperar la totalidad de ningún acontecimiento pasado porque su contenido es prácticamente infinito. De ahí, la necesidad de reescribir constantemente la historia en función de nuevas evidencias, huellas o fuentes, para luego, partiendo de presupuestos epistemológicos y de nuevas perspectivas metodológicas e ideológicas, estructurar un texto narrativo con el fin de reconstruir parte del pasado en busca de la verdad histórica, que nunca es absoluta sino más bien relativa. "La verdad en historia -concluye Lowenthal- no es la única verdad sobre el pasado" ya que "todas las historias son verdad en multitud de formas…" (Lowenthal: 1998, 313, 333)
Recientemente fue puesto en circulación un sugestivo libro, titulado Pilar y Jean. Investigación de dos muertes en la Era de Trujillo, de la autoría de Naya Despradel, la editora de la leída sección "Zona Retro", que se publica periódicamente en el matutino El Caribe. Se trata de una amplia investigación en la que su autora se ha propuesto demostrar que la muerte de Pilar Báez Perelló, ocurrida en febrero de 1960 mientras era intervenida quirúrgicamente por motivos de parto, y la posterior de su esposo, Jean Awad Canaán, que tuvo lugar tras un accidente automovilístico el 30 de noviembre de ese mismo año, se debieron a causas accidentales y no, como se ha rumoreado durante varios decenios, a intrigas urdidas por Angelita Trujillo, en el primer caso y, en el segundo, por el entonces esposo de esta, el coronel Luis José León Estévez.
Naya Despradel, con este novedoso ensayo, explora un campo poco estudiado de la historiografía nacional y, al decir de Frank Moya Pons, abre una nueva rama de investigación que es la historia forense. Para avalar y demostrar la validez de sus hipótesis respecto del objeto de su estudio (las muertes de Pilar Báez y Jean Awad), la autora -sobre la base de opiniones de competentes profesionales y de algunos testigos de los hechos que analiza- se adentra en el análisis de algunos aspectos de la conspiración del 30 de Mayo, arribando a conclusiones que sin duda generarán algún que otro debate en procura de un esclarecimiento más preciso de la llamada verdad histórica. Tal es el caso, por ejemplo, de la vinculación a la conjura del 30 de Mayo tanto de Miguel Ángel Báez Díaz (quien fuera el padre de Pilar Báez) como de su yerno, el teniente Jean Awad Canaán.
Quien lea cuidadosamente el perfil biográfico de Miguel Ángel Báez Díaz que aparece en el referido libro quedará bajo la impresión de que la autora demerita el papel que este desempeñó en los aprestos conspirativos porque, según su opinión, "más que un funcionario, era un servidor de Trujillo", quien ocupó numerosos e importantes cargos públicos bajo su administración y, más aun, porque "estuvo al lado de Trujillo desde 1930 hasta prácticamente dos horas antes del ajusticiamiento" (Despradel: 2012, 65).
(Entre los estudiosos y analistas de la conspiración del 30 de Mayo, no ha estado en discusión la circunstancia de que la casi totalidad de los conjurados en algún momento fueron funcionarios y amigos cercanos del dictador. Se trata de una realidad que nadie desmiente. Lo importante estriba en que durante la tiranía a ninguno de los conjurados se le vio actuar en la comisión de crímenes y atropellos contra la ciudadanía; pues conviene precisar que no todo el que trabajó para Trujillo, fuera civil o militar, participó de la parte horrenda y mostrenca de la dictadura.)
Más adelante, en sus conclusiones, Naya Despradel sostiene que se ha pretendido sobredimensionar el papel de Báez Díaz en la conjura, al tiempo que agrega que historiadores recientes, a los que no cita por sus nombres, han querido elevar "a ese personaje" a la categoría de "propiciador e ideólogo de la trama para ajusticiar a Trujillo"; a tal punto, insiste la autora, que los "máximos héroes por el tiranicidio serían Miguel Ángel Báez Díaz y su yerno, Jean Awad Canaán". (Despradel: 2012, 320).
Hoy sabemos que la conspiración del 30 de Mayo estuvo conformada por varios grupos de patriotas y que sus principales y únicos líderes fueron Antonio de la Maza y Juan Tomás Díaz. Se trató de una conspiración numerosa y, por razones de seguridad, no todos sus miembros se conocían entre sí. Los responsables de cada grupo eran quienes sostenían reuniones para tratar asuntos relacionados con el complot y, luego, cada uno transmitía hacia el interior de su célula las informaciones pertinentes de los preparativos para ultimar al dictador. Para muestra un botón: Antonio Imbert Barrera que, al igual que el teniente Amado García Guerrero, pertenecía al grupo de Salvador Estrella Sadhalá, no conocía personalmente a Luis Amiama Tió, ni sabía que este estaba involucrado en la conjura.
Según una Relación de Antonio García Vásquez, que desde 1980 era de conocimiento público, ya hacia finales de 1960 Miguel Ángel Báez Díaz figuraba como miembro del complot; y su yerno Jean Awad Canaán había sido contactado por Antonio de la Maza. De acuerdo con García Vásquez (cuyo testimonio Naya Despradel conoce y cita en su libro), a las reuniones que se celebraban en la casa del general Juan Tomás Díaz asistían "los cabecillas de los diversos grupos" y "a ellas tenían acceso las siguientes personas: Modesto Díaz, Miguel Ángel Báez Díaz, Antonio de la Maza y Antonio García Vásquez, entre otros…" Este dato -ofrecido por uno de los integrantes del Grupo de Moca- no fue desmentido ni entonces ni después por ninguno de los conjurados que sobrevivieron al período de terror que reinó en el país durante el lapso comprendido entre el primero de junio y el 18 de noviembre de 1961, y que conocieron el testimonio de García Vásquez, como los hermanos Luis y Fernando Amiama Tió, Bienvenido García Vásquez y Miguel Ángel Bissié, entre otros.
En relación con el teniente Jean Awad Canaán, García Vásquez escribió que cierto día Antonio de la Maza lo llamó y le dijo: "He estado hablando con Jean Awad Canaán -oficial de la Aviación Militar Dominicana, quien había vivido en Restauración-, y por ese lado sí creo que cuajará este negocio…" A García Vásquez también se debe la información de que mientras residía en Restauración, Awad Canaán "pasaba largas horas en casa de De la Maza y, allí, vinieron las confidencias" y que después de la muerte de Pilar Báez, su esposa, Awad "llevó una ametralladora a la casa de Báez Díaz y entregó una pistola calibre 45 a Antonio de la Maza".
No cabe dudas de que Antonio de la Maza se propuso el objetivo de conquistar al teniente Awad Canaán para el movimiento, probablemente porque conocía de su afición y pericia en el manejo de vehículos, circunstancia que lo convertía en candidato idóneo para conducir uno de los autos que serían utilizados en la emboscada a Trujillo. De la Maza, además, era consciente de la necesidad de concitar apoyo de militares activos que tuvieran influencia dentro de los cuerpos castrenses con el fin de llevar a cabo de manera más eficaz y contundente la segunda fase de la conspiración. Pero la muerte a destiempo y aparentemente accidental del joven militar motivó que los conjurados variaran temporalmente sus planes y fueran más cautos para atraerse otros miembros de las Fuerzas Armadas, según la siguiente revelación de García Vásquez: "La muerte accidental de Awad Canaán echó por tierra un plan en el que se debía usar mi vehículo Opel Caravan, por la comodidad que para los propósitos y uso de las armas significaba el hecho de poderse abrir su compuerta posterior, dejando un ángulo de tiro perfecto. Temerosos de que se tratara de un desvelamiento, nos quedamos quietos por algunos días. Por cierto, que se presentó una difícil situación para la devolución de la ametralladora, que al fin fue superada."(Cf., Eduardo García Michel, 30 de mayo. Trujillo ajusticiado, pp. 57-58).
Es evidente que Awad Canaán no fue miembro activo del complot, sin embargo, hay que reconocer que el testimonio de García Vásquez revela que ciertamente tuvo una vinculación efímera con el Grupo de Moca y que a no ser por su muerte a destiempo probablemente habría tenido una participación de mayor envergadura en la trama. Respecto de su suegro, Miguel Angel Báez Díaz, conviene subrayar que tuvo un papel de primer orden aquel martes 30 de Mayo de 1961, dado que fue precisamente él quien, hacia la 5 de la tarde, llamó por teléfono a Antonio de la Maza para comunicarle que el dictador se trasladaría esa noche a San Cristóbal (información que conocía desde media mañana y que confirmó por la tarde). Pero además de haberle proporcionado esa valiosa información a De la Maza, cosa que dio lugar a que este convocara apresuradamente a los compañeros que se encontraban en la capital, al tiempo de alertar a los demás jefes de la conjura (quienes de inmediato se pusieron en movimiento), esa noche Miguel Ángel Báez Díaz en dos ocasiones se desplazó hasta las inmediaciones del teatro Agua y Luz, adonde sus compañeros esperaban por su presa con el fin de tranquilizarlos y asegurarles que "el hombre" no tardaría en pasar frente a ellos.
No ha sido necesario, pues, sobredimensionar el papel desempeñado por ninguno de los protagonistas del tiranicidio de 1961, dado que cada cual jugó su rol y todos, por igual, incluyendo a Miguel Angel Báez Díaz, se cubrieron de gloria aquella "noche luz", sepultando un monstruo de sangre y salvando a un pueblo. En mi concepto, los conjurados fueron ciudadanos que experimentaron un paulatino proceso de sensibilización social que les hizo concebir la idea de que era menester sacrificar al dictador, cuyo régimen era ya insostenible, con el fin de provocar un cambio sistémico en el país.
Su condición de héroes les es dada, fundamentalmente, no por su pasado sino por la circunstancia de haber acometido una acción extraordinaria y audaz, toda vez que el tiranicidio fue uno de los acontecimientos históricos más trascendentales de la segunda mitad del siglo XX dominicano. El impacto del hecho político del 30 de Mayo sobre el colectivo nacional fue de tal magnitud que las fuerzas sociales de la nación, ya liberadas de la dictadura, pudieron abocarse al posterior desarrollo de un sistema de libertades públicas, de justicia social y de democracia en la República Dominicana.

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