sábado, 31 de agosto de 2013

José Lezama Lima
(La Habana, 1912 - 1976) Poeta, ensayista y novelista cubano considerado, junto a A. Carpentier, una de las más grandes figuras que ha dado la literatura insular. Nació en el Campamento de Columbia, cerca de La Habana, donde su padre era coronel. Ya en la capital participó en los alzamientos estudiantiles contra la dictadura de G. Machado e ingresó en la universidad para cursar la carrera de derecho. En toda su vida sólo abandonó la isla durante dos breves estancias en México y Jamaica. Entre sus actividades divulgativas, fundó la revistaVerbum y estuvo al frente de la tribuna literaria cubana más importante de entonces, Orígenes, de la que fue fundador, con J. Rodríguez Feo, en 1944.

José Lezama Lima
En esta última revista se expusieron las tendencias literarias de sus fundadores y colaboradores: lirismo estetizante e intelectualismo, clasicismo inclinado hacia el neoculteranismo y ausencia de todo compromiso social, lo que determinó su carácter altamente elitista y le permitió tener entre sus colaboradores poetas como J. R. Jiménez. Los principales amigos y compañeros de ruta de Lezama por entonces fueron C. Vitier, E. Diego, V. Piñera y O. Smith, además del también poeta y sacerdote español Á. Gaztelú, que influyó enormemente en su formación espiritual.
Pero aparte de éste y otros grupos minoritarios que frecuentó en distintos períodos, la vida de Lezama nunca tuvo una gran resonancia pública, ni antes ni después de la Revolución, a causa de su singularidad y de una precaria salud que colaboraba a su aislamiento. Precisamente el agravamiento de su asma crónica y problemas causados por la obesidad que padecía parecen haber sido la causa de su muerte, tras una larga estancia hospitalaria, el 9 de agosto de 1976.
Gran conocedor de L. de Góngora y de las corrientes culteranas y herméticas, devoto del idealismo platónico y ferviente lector de los poetas clásicos, Lezama vivió plenamente entregado a los libros, a la lectura y a la escritura. Por lo que respecta a su poesía, no se alteró especialmente en la forma ni el fondo con la llegada de la Revolución y se mantuvo como una suerte de monumento solitario difícilmente catalogable. Para muchos especialistas, el conjunto de la obra lezamiana representó dentro de la literatura hispanoamericana una ruptura radical con el realismo y la psicología, y aportó una alquimia expresiva que no provenía de nadie. J. Cortázar fue sin duda el primero en advertir la singularidad de su propuesta.
Su libro de poemas inicial fue Muerte de Narciso(1937) al que siguieron Enemigo rumor (1941),Aventuras sigilosas (1945), La fijeza (1949) y Dador(1960), entregas que son otros tantos hitos de la poesía continental en la línea hermética y barroca de la expresión lírica.
Sin embargo, la obra que consagró a Lezama dentro de las letras hispanoamericanas fue la novelaParadiso (1966), en la que se ha querido ver una doble alusión a la inocencia bíblica anterior al pecado original y a la culminación del ciclo dantesco. Al mismo tiempo, en Paradiso se refleja la tradición y la esencia de lo cubano en una vertiginosa proliferación de imágenes que protagonizan la obra: un mundo de sensaciones, de recuerdos y de lecturas familiares que conforman y determinan la cosmovisión del novelista.
Esta obra, que merece un capítulo aparte en la bibliografía del autor, se ha considerado una novela de aprendizaje por la descripción a todos los niveles del proceso de desarrollo del protagonista, José Cemí, desde su infancia hasta la madurez. El conjunto de la narración muestra una imagen arquetípica en el sentido del platonismo de Cuba que es a la vez un contrapunto actualizado con las páginas del diario de Cristóbal Colón que describen la edénica belleza de la isla recién descubierta, que como todo Edén alberga la certidumbre de su pérdida.

Pese a no limitarse a los elementos autobiográficos, en Paradiso abundan las referencias al autor, a modo de enclaves verosímiles en el tejido de la trama: en el primer capítulo el niño José Cemí aparece en la cama enfermo de asma; luego, una regresión cronológica nos lleva al pasado del coronel y su familia; posteriormente se narra la iniciación sexual del protagonista en uno de los lugares de destino de su padre, con cuya muerte termina un ciclo placentero de la vida de Cemí y comienza un intenso desfile de personajes y situaciones, entre las que destaca la iniciación a la poesía del protagonista por parte de un tío.

Otra constante de la obra de Lezama aparece en el polémico capítulo octavo, donde se manifiesta el predominio del erotismo. Poco a poco los monólogos y disertaciones intelectuales, Aristóteles, San Agustín, un amplio comentario sobre F. Nietzsche indican el doble camino de búsqueda, bifurcado entre la erudición y la poesía, como una construcción verbal que apunta a una finalidad desconocida. A esas alturas se advierte que, más allá de un proceso de aprendizaje, se trata de una experiencia iniciática en la que el discurso narrativo del autor asume el protagonismo.
Póstumamente se publicó todavía una novela incompleta, Oppiano Licario (1977), en la que Lezama desarrolló la figura de un personaje de ese mismo nombre que ya había aparecido en Paradiso. La crítica ha señalado que, de modo inverso al del ciclo dantesco, a pesar de que el autor se inició en la poesía y derivó luego hacia la novela, es conveniente adentrarse en Lezama empezando por Paradiso,pasando después al purgatorio de sus ensayos, reunidos mayoritariamente bajo el título La expresión americana, y La cantidad hechizada, para acabar finalmente en su infierno poético.
Precisamente el carácter póstumo de las versiones definitivas de la obra de Lezama, aparecida casi siempre en forma fragmentaria durante su vida, es una de las señales inequívocas del ambiguo y socrático magisterio que ejerció en la literatura de su país, que puede rastrearse mejor que en sus libros en las revistas que dirigió: Verbum (1937), Espuela de plata (1939-1941), Nadie parecía (1942-1944) y sobre todo, una de las más importantes publicaciones hispanoamericanas, Orígenes (1944-1957).
A través de ellas el poeta devino una figura imprescindible para la juventud intelectual cubana, a la que sedujo también con su famoso don conversacional y a la que animó en la creación literaria. Muchos poetas y narradores posteriores a ese período siguen admitiendo la influencia significativa que la propuesta del maestro ha tenido en su obra: la más notoria se proyectó sobre S. Sarduy, que postuló su teoría del neobarroco a partir del barroco lezamiano.

POEMAS CINTIIO DE VITIER.



 





"...Rompe la piedra salvaje para mi tacto,
la risa del salado amanecer para mi vida..."
"Karen with T.Shirt"

Francine Van Hove




Reseña biográfica
Poeta, ensayista, narrador y crítico cubano nacido en Cayo Hueso, Florida, en 1921.
Doctorado en Leyes, ha ocupado importantes cátedras en la Escuela Normal para Maestros de La Habana
y en la Universidad Central de Las Villas. Es Doctor Honoris Causa de la Universidad de La Habana,
de la Universidad Central de Las Villas y de la Universidad Soka de Japón.
Su poesía descrita por él mismo como "el testimonio de un silencio que ha querido expresarse", constituye
un valioso aporte a las letras hispanas. «La voz arrasadora», «Examen del maniqueo» «Compromiso»
y «Torre de marfil, son algunas de sus mejores piezas poéticas.
Obtuvo numerosas distinciones entre las que sobresalen: el Premio Nacional de Literatura en 1988,
el Premio Juan Rulfo en el año 2002, el título de Oficial de Artes y Letras de  Francia  y la medalla de la 
Academia de Ciencias de Cuba
.
Falleció el 1° de octubre de 2009.                   ©


Ahora que empieza a caer, del cielo...           
Algo le falta a la tarde...

Calendario

Canción

Donde la brisa...

El aire

El desposeído

Estamos        

Examen del maniqueo

Faltabas tú, poeta. La injusticia...

La hoja

La luz del cayo

La obra...

La voz arrasadora

Lejos

Los límites futuros

Más rápido que el tiburón lejano          

Nada serán mis palabras...

Noche de Rosario

Palabras a la aridez

Palabras de Nicodemo

Pienso en la santidad de los lugares...

Preludio

Respuesta al examen del maniqueo

Sedienta cita       

Trabajo         

Último epitalamio

Un extraño honor

Un golpe de recuerdos te modela... 
         

Puedes escuchar al poeta en: 
La voz de los poetas
Volver a: A media voz
Volver a: Índice A-K


Ahora que empieza a caer, del cielo...
                                                                                            A mi esposa
Ahora que empieza a caer, del cielo
de nuestra vida, que sólo nosotros podemos ver,
profundo, estrellado, carne y alma nuestra,
ese polvillo sagaz en tu nocturno pelo,
ahora que el lápiz finísimo, grabando
una medida sagrada, una cantidad misteriosa
del vino que sube en la jarra de la ofrenda,
empieza a trazar, junto a tus ojos, vivos
como ciervos bebiendo en el agua extasiada,
junto a tus labios que han dicho todas las palabras que adoro,
las huellas del tránsito de nuestra juventud,
ahora, lleno de un fuego y de un peso de amor que desconocía
porque estábamos engendrándolo secretamente en nuestro corazón
y es algo mucho más terrible y precioso que el amor
que diariamente conocíamos,
ahora, mujer, ahora, destinada mía,
es cuando quiero hacerte un canto de amor, un homenaje,
que dice únicamente así:

Te amo, lo mismo
en el día de hoy que en la eternidad,
en el cuerpo que en el alma,
y en el alma del cuerpo
y en el cuerpo del alma,
lo mismo en el dolor
que en la bienaventuranza,
para siempre.

 

Algo le falta a la tarde...

Algo le falta a la tarde,
no están completos los pinos,
y yo mirando a las nubes
siento lo que no he sentido.

A cada instante pregunto
por el tesoro perdido
cuya sombra se desplaza
con melancólico frío.

Mirándome está el deseo,
nocturno, solo, infinito;
callada va la nostalgia
llameando eternos vestigios.

No llega nunca mi gesto
a la tierra del destino;
la vida acaba inconclusa,
quedan los sueños en vilo.


 
Calendario

entra dice la ene de la nieve
que sólo existe para el calendario
si entre eros y héroe no se atreve
a prescindir del año imaginario

sigue la fe que nos sopló el primero
al segundo del canto gregoriano
miniatura del sol feble y ligero
que todavía el frío hace lejano
las lomas de su M dan a un mar
rizándose con oes jubilosas
anunciando entretiempos de soñar
zigzagueo de amor entre las cosas

abre la i lo que la ele lanza
con lucidez que a la mirada inunda
“oh luna cuánto abril” es su semblanza
la primavera en sí su reino funda

llega la lluvia sacudiendo el rayo
como una forma natural del arte
la tarde azul deja de ser ensayo
la flor toma el poder y lo reparte

ah junio amigo de la poesía
con tus letras no he de jugar ("perdona
llamas al viento, nieve a la memoria")
y si pudiera "clámide" diría

el ser solar avanza a los umbrales
de la maduración de los colores
en las umbrías úes coloniales
como en la plaza de los resplandores

agosto al gusto ya lo agosta intacto
en la encendida miel del fruto abierto
fosco el mirar de tan radiante tacto
dormido el corazón de tan despierto

empieza a dispersarse la dulzura
en las sierpes nubosas del ocaso
secreto tinte vagamente dura
la noche extiende de rocío el brazo

"escalando sereno las ventanas"
octubre encubre del ciclón el rosa
que lo circunda con extrañas ganas
de ser halo fatal o faz furiosa

no vi su nombre no sentí su sombra
sino de vuelo en tránsito en andenes
como aquél de mi infancia que se asombra
porque siguen silbando aquellos trenes

sensación de llegar -honda familia
callada eternidad cada momento
sabores del hogar en la vigilia-–
ya  todo el tiempo" un solo nacimiento.

27 de marzo 1999


Canción

¡Oh dulcísimo callar
del ángel de mi sigilo!

¡Oh dulcísimo callar
del mundo en mi corazón!

¡Oh dulcísima miseria
de mis ojos en la flor,

de mi soñar en el ro,
de mi tacto por el cielo!


Donde la brisa...

Porque tal es el rostro del fracaso
que el espejo devuelve ciegamente
aun antes de llegar, dulce y demente,
el último rescoldo del ocaso:

frente de la obsesión y del rechazo,
ojos que sólo vieron lo renuente,
nariz que impide el aire, boca ausente
en su amargo sabor: extraño vaso

a punto de volverse puro hueso:
porque tal es el fin, tal la ceniza
cuyo suave huracán todo lo arrasa,

dejar de letras quise un ramo grueso
que ardiera un poco más donde la brisa
orea la aridez, sonríe y pasa.

El aire

Estoy despierto, sí, estoy mirando
fríamente algunas cosas
que van dejando ya de ser secretas.
Están ahí, como los árboles
en el desnudo aire. Sí, estoy despierto.
Hasta la casa de mi infancia es de los otros:
la han pintado de un color chillón,
entran y salen por los cuartos de mi alma,
hablando de otro asunto. La luz invade el patio
de mis ocultas nadas. También miro
con deseo ese rostro que es ninguno
y que viene como un ave malherida
de los que sufren y sonríen.
¡Oh pueblo innumerable! Estoy despierto.
Estoy mirando el polvo bañado por la luz,
las tinieblas disueltas en el aire
cuando empieza a dibujarse la verdad:
el árbol, la alegría, el sacrificio.
Y sé que aún tengo más recuerdos en la sangre
de los que puedo recordar, y más olvido
del que puede olvidarse en este mundo.
Pero qué importa, al fin, si la mitad
de aquella vida se me desprende y cae,
si tanto sueño, al fin, ha despertado,
si no hay sitio que no me esté mirando
ni instante en que el azar no me visite.
Quiero ser como tú, ¡oh rostro de los pobres!,
misterio del dolor y la sonrisa, porque el aire,
el simple aire límpido y vacío,
llenará nuestras voces y esperanzas.


El desposeído

No son mías las palabras ni las cosas.
Ellas tienen sus fiestas, sus asuntos
que a mí no me conciernen,
espero sus señales como el fuego
que está en mis ojos con oscura indiferencia.

No son míos el tiempo ni el espacio
(ni mucho menos la materia).

Ellos entran y salen como pájaros
por las ventanas sin puertas de mi casa.

Alguien habla detrás de esta pared.

Si cruzara, sería en la otra estancia:
el que habla soy yo, pero no entiendo.

Tal vez mi vida es una hipótesis
que alguno se cansó de imaginar,
un cuento interrumpido para siempre.

Estoy solo escuchando esos fantasmas
que en el crepúsculo vienen a mirarme
con ansia de que yo los incorpore:
¿querría usted negar, sufrir, envanecerse?
No es mía, les respondo, la mirada,
negar sería espléndido, sufrir, interminable,
esas hazañas no me pertenecen.

Pero de pronto no puedo disuadirlos,
porque no oigo ya mi soledad
y estoy lleno, saciado, como el aire,
de mi propio vacío resonante.

Y continúo diciéndome lo mismo, que no tengo
ninguna idea de quién soy,
dónde vivo, ni cuándo, ni por qué.

Alguien habla sin fin en la otra estancia.
Nada me sirve entonces. No estoy solo.
Estas palabras quedan afuera, incomprensibles,
como los guijarros de la playa.



Estamos

Estás
haciendo
cosas:
música,
chirimbolos de repuesto,
libros,
hospitales
pan,
días llenos de propósitos,
flotas,
vida,
con tan pocos materiales.
A veces
se diría
que no puedes llegar hasta mañana,
y de pronto
uno pregunta y sí,
hay cine,
apagones,
lámparas que resucitan,
calle mojada por la maravilla,
ojo del alba,
Juan
y cielo de regreso.
Hay cielo hacia delante.
Todo va saliendo más o menos
bien o mal o peor,
pero se llena el hueco,
se salta,
sigues,
estás haciendo
un esfuerzo conmovedor en tu pobreza,
pueblo mío,
y hasta horribles carnavales, y hasta
feas vidrieras, y hasta luna.
Repiten los programas,
no hay perfumes
(adoro esa repetición, ese perfume):
no hay, no hay, pero resulta que
hay.
Estás, quiero decir,
Estamos.


Examen del maniqueo
Cuántas veces ha sido humillada tu soberbia:
la soberbia del maniqueo.
Cuántas veces has tenido que beberte las lágrimas de hiel
de no ser puro como un ángel.

¿De qué vale sutilizar los argumentos?
-Sí, has colaborado con todo lo que odias,
con la múltiple, infinita cara del mal.
¿En mínima medida? ¿Sólo por omisión? ¿Sólo para ganar el pan?
Nada puede consolarte.
-Nada: porque mientras menor o más irreprochable haya sido tu
               complicidad,
más esencial es tu miseria,
y mientras creías estar amparando en tu casa a los dioses siempre
               derrotados,
no eras más que un oscuro obrero de la monstruosa construcción.

Y así, cuando llegues a la presencia de tu Señor, no podrás decirle:
fui puro, no pacté, no mezclé mi alma con las tinieblas,
sino tendrás que confesarle: soy
esta mezcla deleznable,
me fue impuesto el insulto de la promiscuidad,
tuve que dar al César lo que es del César
y al cuerpo lo que es del cuerpo,
soy uno más, perdido y manchado, en el rebaño,
-quise salvar la luz, pero no pude.
18 de septiembre de 1961


Faltabas tú, poeta. La injusticia...

                                                                     Para Antonio Guerrero

Faltabas tú, poeta. La injusticia
no podía omitir-te en su venganza:
ella sabe con lúcida impudicia
lo que el amor a la belleza alcanza.

Mas no le importa. Su misión inicia
creyendo que encadena la esperanza,
que prostituye el verbo a la avaricia,
que entrega a mercaderes la balanza.

Tú en cambio tienes la risa de tu hijo,
la fuerza de tu madre, la palabra
del que por siempre a los cubanos dijo:

Solo será posible lo imposible.
Salud, Antonio. Tu alegato labra
la estrofa de los cinco, ya invencible.

28 de diciembre del 2001

 


La hoja

Quedará
lo que ella afirma no lo dice
su decir es no decir y no decir y no decir
no infinitamente sino
Tres Veces
tres infinitas veces
En su rostro escribo y es un rostro sin más rasgos
que mi escritura
que ella tornará blancor de mente, jeroglífico
de espuma,
nada
Una hoja tras otra no hacen un árbol
sino un libro un libro tras otro
no hacen un árbol sino una colección
de libros Una colección tras otra hacen
una biblioteca En la biblioteca dicen
que no hay pájaros pero yo los he visto
Lo que no he visto es libros en el bosque
Claro que el bosque mismo puede considerarse un libro etc.
Etcétera es la única palabra que la hoja abomina.


La luz del cayo

Una luz arrasada de ciclón,
aquella misma luz que vi de niño
en las mañanas nupciales del miedo,
estaba esperándome aquí, pero aún más pobre,
más secreta y huraña todavía,
como si no hubiera lámpara capaz
de agrupar nuestras sombras dispersadas,
ni pudiera la abuela regresar con aquel vaso
de espumoso chocolate hasta mi cama
para decir: la dicha existe, la inminencia
es un tren que estremece las maderas
cargado de luces y dulzura.

Por las calles oculto yo corría
gritando como un pino indominable,
destellando la honda piedra de presagios,
discutiendo silencioso con las nubes,
a comprar un martillo y unos clavos
para clavar la casa contra el miedo,
y al fin huíamos del mar, en orden, por los campos,
buscando el ojo del ciclón que nos miraba
como un animal remoto y triste.

Esa luz está aquí, ya sin peligro,
toda exterior y plana, establecida
en la absoluta soledad del Cayo,
pura intemperie de mi ser, diciéndome:
no queda nada, no era nada,
no tengas miedo ni esperes otras nupcias,
arde tranquilo como yo, árida y sola,
no esperes nada más, ésta es la gloria
que aguardaba y merece (único amparo)
tu flor desierta.

( De Testimonios )


La obra...

Mientras más guardo en mis despensas, soy más menesteroso,
siempre ante el mismo muro, de nada me han servido
las lámparas que encendí. Es de noche. Estoy solo.
Las estancias aun tibias del festejo desiertas,
ni un gesto, ni una sílaba, ni un aroma, podrían ayudarme.
Tengo que hacerlo todo otra vez, de la raíz
para encontrar al cabo que no poseo nada,
que el pabellón oscuro se inclina a la intemperie.


 

La voz arrasadora

Esta es la voz de un contemplativo, no de un hombre de acción.
Ambas razas, las únicas que realmente existen, se miran con
            recelo.
Es verdad que ha habido gloriosas excepciones, aunque bien
mirarlos los rostros, bien oídas las voces,
la sagrada diferencia se mantiene se mantiene, y aún se torna
            trágica.
Pero el contemplativo entiende y muchas veces ama el rayo de la
            acción. Casi nunca lo contrario ocurre.

Esta es la voz absorta de un oscuro, de un oculto, que ha tenido
            peregrinas ambiciones.

Enumerarlas seria realizar un inventario del delirio.

Baste decir que ha querido romper los límites del fuego en las
            palabras

y ha vuelto al círculo del hogar con un puñado de cenizas.

No, sin dudas no lo comprenderéis, salvo los que sois del
            indecible oficio.

Estos hombres se alimentan de lo que hacen; hasta sus sueños y
            sus fantasmagorías son quehaceres, hechos.

¿Como entender a uno que no ha poseído nunca nada; que no ha
            tocado una cosa desnuda de alusión;

que sólo vive y muere en el mundo de lo otro, en el inalcanzable
            reino de las transposiciones:

a uno que, de pronto, necesita escribir, cómo se necesita la
            comida o la mujer?

Su Suerte es dura, extraña, también irrenunciable. Y sin embargo
o por lo mismo, ya no me preguntéis,
cada vez que oye la voz arrasadora de la vida, arroja su
            fantástico tesoro
y sale cantando y llorando y resplandeciendo, y va silencioso a
ocupar el puesto que le asignan.
Marzo de 1960


Lejos

Lejos, lejos nací,
lejos de mi alma:
separada la vida
de la mirada.

Lejanía que fue
toda la patria,
como una cicatriz
que no cerrara.

No pude atravesar
la tarde rara:
lejos, lejos de mí,
no me abarcaba.

He visto, comprendiendo,
la mar morada,
el confín misterioso,
la doble playa.

Los límites futuros

                                                          A José María Valverde
He tocado estos límites, los he masticado,
los he digerido (mal, desde luego),
los he trasmutado en días enormes y pequeños,
los he mandado a la luna de ida y vuelta,
los he dejado en Venus una tarde,
me he vestido con ellos para festejar mis bodas,
los he visto arder en la ceniza,
los he llenado de flores e improperios,
los he confundido con el patio de mi casa,
me han atendido como sirvientes,
médicos, psicólogos y sepultureros,
los he oído recitar sus poesías,
los he llevado como bastón, como amuleto,
como título de propiedad, como esperanza,
se han puesto a discutir con los vecinos
y desde luego con las nubes y los gatos,
los he sacado a puntapiés y me han abierto
las puertas del crepúsculo llorando,
se han llenado de rabia y de deseo,
se han puesto a recordar en la azotea,
juntos oímos música y leemos,
juntos sufrimos, nacemos y cantamos,
sus ojos borrarán estas palabras.


Más rápido que el tiburón lejano

Lejos están las chozas de los pescadores con las mujeres grandes y pálidas

oyendo el chasquido de las olas como un ángel enmascarado.

Sus conversaciones se mezclan a los alimentos de cocción clara y sumisa,

los niños juegan en las rocas, junto a las aves salvajes y el firmamento vacío.

Más rápido que el tiburón lejano, más dulce que la luz en las islas felices,

un desconocido como el cuerpo abre su idioma para ver

el paso de la mañana ondeante sobre las piedras rojas y oscuras.
 


Nada serán mis palabras...
Nada serán mis palabras
si no encuentran otra boca
que las cante y las olvide
y las devuelva a la sombra.

Allí quizás amanezcan,
vagas ciudades ruinosas,
y a otros solos lleve el aire
la nostalgia de su aroma.

Nada será lo que soy
si en los otros no se apoya:
mi presencia en otro hombro,
mi esperanza en su congoja.

¡No me dejes amarrado,
demente, al ánima sola!
¡Mira que voy a mi infierno
si no hay pecho que me acoja!

El que pasa me sostenga,
la voz pueril sea mi roca,
en ellos soy, y con ellos
pediré misericordia.

 

Noche de Rosario

Intentemos
lo inaudito, la derrota,
la arrebatadora, serenísima
catástrofe
de lo que no puede ser.

El ser de aquella noche
más allá de las imágenes,
en la carne viva de si misma,
añora equivalencias
que no están ni en mis poderes más recónditos.

No están, pero no estar es algo
semejante a los ojos más vehementes,
como los de aquella delicada,
con realeza joven,
grave judía en qué espinares.

Atacar por una
de las figuras de la noche
con la precipitación del mar, alivia
el desértico fuego de que no
hay senda para llegar a ello.

¿Qué es ello, le pregunto al humo
a la candela, al sabio
sabor que se me va amargando
a la par que crece la ceniza,
marea en sí vistosa de algún oro?

Es sólo así, juntando puntas
de una incandescencia que sonríe
indescifrables bordes, como alcanzo
a divisar lo que no fue,
por las fervientes calles de Rosario.

Decir ¿qué es? Allí nacía
lo que conozco a borbotones
cuando la sed despierta su bebida,
el hambre su alimento,
la luz su fuego.

Eran jóvenes, sí, con el murmullo
de una conversación americana
en la noche del Sur, cosa que brilla
como la plata al fondo de la pena,
y ofrece copas, risas.

Risas, si esta palabra
pudiera deletrearse como estrellas
y masticarse como el pan
de la menesterosidad de aquellos
sentados a la mesa de las bodas.

Mesa, banquete, lujo
del ser cuando se reconoce
incapaz de conocerse, a punto
de lo saciado eterno en el efímero
resplandor de los comunicantes.

¿Efímeros, aquéllos? Las miradas
llegaron a ordenarse en una esquina
de una alta madrugada. Pocos
quedamos, fuimos, solos. Éramos
todos. No hubo ausentes.

Y ardía la promesa del pobre ser,
casi innombrable.


Palabras a la aridez

No hay deseos ni dones
que puedan aplacarte.
Acaso tú no pidas (como la sed
o el amor) ser aplacada. La compañía
no es tu reverso arrebatador, donde tus rayos,
que se alargan asimétricos y ávidos
por la playa sola, girasen melodiosamente
como las imantadas puntas de la soledad
cuando su centro es tocado. Tú no giras
ni quieres cantar, aunque tu boca
de pronto es forzada a decir algo,
a dar una opinión sobre los árboles, a entonar en la brisa
que levemente estremece su grandioso silencio,
una canción perdida, imposible, como si fueras
la soledad, o el amor, o la sed. Pero la piedra
tirada en el fondo del pozo seco, no gira
ni canta; solamente a veces, cuando la luna baña los siglos,
echa un pequeño destello como unos ojos que se abrieran
cargados de lágrimas.

Tampoco eres
una palabra, ni tu vacío quiere ser llenado
con palabras, por más que a ratos ellas
amen tus guiños lívidos, se enciendan como espinas
en un desértico fuego,
quieran ser el árbol fulminado,
la desolación del horno, el fortín hosco y puro.
No, yo conozco
tus huraños deseos, tus disfraces. No he de confundirte
con los jardines de piedras ni los festivales
sin fin de la palabra. No la injurio por eso. Pero tú no eres ella,
sino algo que la palabra no conoce,
y aunque de ti se sirva, como ahora, en mí, para aliviar
el peso de los días, tú le vuelves la espalda,
le das el pecho amargo, la miras como a extraña, la atraviesas
sin saber su consistencia ni su gloria. La vacías.
No se puede decir lo que tú haces
porque tu esencia no es decir ni hacer. Antigua,
estás, al fondo, y yo te miro.

Todo lo que existe pide algo.
La mano suplicante es la sustancia de los soles
y las bestias; y de la criatura que en el medio
es el mayor escándalo. Sólo tú,
aridez,
no avanzas ni retrocedes,
no subes ni bajas,
no pides ni das, piedra calcinada,
hoguera en la luz del mediodía,
espina partida,
montón de cal que vi de niño
reverberando en el vacío de la finca,
velándome la vida, fondo de mi alma, ardiendo siempre,
diurna, pálida, implacable,
al final de todo.

Y no hay reposo para ti,
única almohada
donde puede mi cabeza reposar. Y yo me vuelvo
de las alucinantes esperanzas
que son una sola,
de los actos infinitos del amor
que son uno solo,
de las velocísimas palabras devorándome
que son una sola,
despegado eternamente de mí mismo,
a tu seno indecible, ignorándolo todo,
a tu rostro sin rasgos, a tu salvaje flor,
amada mía.
Palabras de Nicodemo 

                                                                    San Juan, 3 

Él me dijo que era preciso
renacer, y yo le dije: ¿cómo?
¿a mis años puede un hombre
volver a entrar en el vientre de su madre?
Yo sentía mi rostro como una página escrita
en el viento y en la sombra
que hacían temblar nuestros cabellos
y nuestras simples vestiduras.
Las hojas también temblaban levemente,
con un sonido áspero y dulce, acariciando
los mediodías en el patio de la infancia.
Y él me dijo, y sus palabras
no parecían estar saliendo de sus labios
-¿tal vez porque la sombra los cubría, o porque era
tan ardiente su mirada?-: Oye,
tienes que renacer en el agua y el espíritu,
y hacerte del espíritu, si quieres
entrar en el Reino... Todo era
como un encuentro casual y lejanísimo
de dos amigos, y él estuvo hablando
todavía un rato, y yo sentí de pronto
que me hablaba con cierta dureza,
como reprendiéndome, y después
nos separamos silenciosamente.
Pero ahora estoy oyendo sus palabras de otro modo,
como si hubieran pasado por el agua de mi sueño
y gotearan en la luz de la mañana,
en la blanca bocanada de la luz, en las mañanas de mi infancia,
repitiéndome: si crees en mí,
si vuelves a nacer en el agua y el espíritu,
si te haces del espíritu...
Los niños pasan gritando por la ciudad vacía.


Pienso en la santidad de los lugares...

Pienso en la santidad de los lugares
que nos han recibido y que dejamos
quién sabe a qué parejas o a cuáles solitarios
tan distantes de nosotros como astros
y que sin saberlo continuarán los gestos
que entre las cosas quedaron inconclusos
, y pienso en las costumbres de las cosas, criaturas
de este mundo pequeño, interminable,
que no acabamos nunca de palpar, a tientas
bajo el sol deslumbrante o la callada luna,
desconocidas lámparas de lo desconocido
con nuestras huellas dactilares: jarras,
libros, esquinas, nubarrones, árboles,
el mar, el sillón, el espejo, la noche,
todo lo que llamamos la vida sin saber
qué significa siquiera la palabra
que no es una palabra sino música
oída sólo en sueños, o un instante
de ese llamado amor que nos sorprende y cae,
roto en risa entre las piedras.

 


Preludios

1
Al despertar el primer gesto es para ti,
oh voluptuosidad perdida,
sacando de la luna y de los muros que se unen
como la flauta silenciosa del bastardo,
en las hojas lejanas una sílaba intacta.

Una hoja soplando su ventura
en el peso de la noche que desprende los espacios
como la sal de su cuerpo el que mira al horizonte,
y allí la renuncia de los días más amados
cayendo hacia el espejo donde el viento no se oye.

Los amantes aún dormidos como astros
que pierden los poderes de la duda
y se vuelven un lúcido paisaje testifican
el abandono de los sitios de dulzura, la paciencia
tirada junto al mar como un escombro.

Yo pregunto por ti,
oh voluptuosidad perdida,
y es la piedra de esplendores insaciables
lo que toca mi paladar como si yo me uniera
con el blancor del ave que remonta.

2
¿Cómo empezar, olvido, si el ave no ha empezado?
¡Rompe los textos silenciosos de la brisa,
la nieve de la noche cuando el cuerpo desnudo se le escapa
y amanece otra tela resonando en otra playa!
¿Cómo nombrar la vida con el humo,
la sangre con la calma vacía de los vastos almacenes
o con la humedad rosada que era la noche de la luz?

¡Rompe la piedra salvaje para mi tacto,
la risa del salado amanecer para mi vida
de lentitud igual a la celeridad del fuego!

¿Dónde ceñir el frenesí desierto
y los hogares a lo largo de la costa pálida mordidos
por una bestia más tranquila que la noche?
¿Cómo empezar, olvido, si tú jamás acabas?

3
Lejos están las chozas de los pescadores con las mujeres
            grandes y pálidas
oyendo el chasquido de las olas como un ángel enmascarado.
Sus conversaciones se mezclan a los alimentos de cocción
            clara y sumisa,
los niños juegan en las rocas, junto a las aves salvajes y el
            firmamento vacío.

Más rápido que el tiburón lejano, más dulce que la luz en las
            islas felices,
un desconocido como el cuerpo abre su idioma para ver
el paso de la mañana ondeante sobre las piedras rojas y oscuras.

4
Allí donde la vida es la palabra ya en desuso,
la palabra del detritus y el silencio
que olfatean los perros, que desuella la luz
sentenciosa y delirante como ultrajada madre;
allí donde maduro el arlequín
disfrazado de tiempo y de mendigo
mira al caballo que resbala en la calle húmeda, sonríe
vagamente al nacimiento de un sonido
que es el sol de los ancianos,
yo miraba el arco de la medialuna y repetía:
voy a morir como la flor.

El mar a lo lejos aún suspira
fatigosamente incorporándose y cayendo en la penumbra.
Y el rosa desabrido que levanta
una página delgada y polvorienta en la memoria,
velado y hosco el mediodía, remolino de su bestia pura,
las tardes de redes y de viento como flor de espacio,
aún me imponen la dulzura de sentir
la palabra del escándalo saliendo de las últimas bujías
que batallan con la respiración del tiempo entre las rocas.

«Voy a oír como la flor», y contemplaba
las desérticas mujeres que barren y resisten
hasta que sus ojos alcanzan el esplendor de la luna
y un carruaje silencioso rompe ante sus labios la ciudad
            remota

5
Más rápido que yo mi sueño avanza
como el río cuya lentitud era la vida.

Está el abrupto atardecer fijo en mis ojos
con ese arabesco en el vacío hiriente
de las nubes borrascosas y rosadas que se rompen,
con ese voluptuoso arder de la ignominia en la dulzura
que me atraviesa disfrazado de mujer y ave.

Pero el sueño se detiene un instante desgarrador en otro
            mundo
y canta como la luz, más desierta que el tiempo.

«Abridme las puertas de los días quemados
para que al fin yo estruje la rosa salvaje en el patio marino,
para que al fin yo atraviese una calle baldía del mundo
y conozca la playa infernal donde un niño está cazando,
con un hilo imposible, soledades, cangrejos.»

6
Estalla la ola en arrecife
que sale de la noche como deslumbrante sílaba
de la palabra que me apresa. El tiempo
de la flor está pasando
en el hogar cerrado, en la mansión vacía
de memoria.

¿Qué palabras,
qué vírgenes de sueño y de sonido
resistirían el contacto de una gota de este mar
o el soplo del espacio despertado? ¿Qué argumento
-aun aquél, ilegible, con que el hombre
quema la eternidad de su deseo en una calle
fabulosa, mordida por la nada- y el escándalo en sus ojos
le deslumbra la historia?

Mi soledad entretejida
por el iris fugaz del imposible
con la gloria de las bestias absolutas en el agua y en el viento,
abre el frío desierto de los nombres.

Afuera está el tesoro, vivas alas de olvido,
fauces totales de la lejanía.

El tiempo
de la flor está pasando; la ola estalla,
otra vez, en lo oscuro.



Respuesta al examen del maniqueo 

Si tú mismo te examinas, el examen no es válido.
Las reglas no son ésas, ni siquiera el asunto.
Al medirte con la vara de tu fanatismo
te conviertes en una víctima, no en un penitente.
Pero el asunto es el amor,
sobre el que no hay definiciones ni escrutinios,
el amor que está viviendo en ti
(como en toda criatura)
una vida sufriente y misteriosa.
Por él serás juzgado, y tú no sabes
dónde están los tesoros,
los desiertos, las miserias, los espantos,
ni las silenciosas comuniones, ni las grandes alegrías
del amor que en ti padece.

Nada sabes, salvo que
tenemos, simultáneamente,
que velar y confiar.
Espera. Vive.

Sirve.


Sedienta cita

Cito textualmente las estrellas
y el hogar complejo de la naranja herida.
Diminuta es la luz en que el buey se esconde
lejos del ave, asoleando eternamente
las estudiosas manos del guajiro,
sus diez uñas sonoras de cavar el viento.

Dónde estuve, qué es esto, qué era tanto,
por qué laúd de sufrir o cal o estiércol frío
se me propaga en piedras la voracidad del corazón.
¡Ay, los dorados mulos de su costa difunta!
Veo mi rostro en el soez cristal partido,
en la espuela rota, en la leve nieve del sillón de mimbre.

Cito el insólito fieltro de las nubes idas.
Qué flora vuestra, qué dolor, qué tacto aherrojado y libre
desciende, estricto juez de oro, y canta.
Sí, desciende, paño de la luna, sobre un sucio mendigo,
y descarnándolo hasta sus flores o risas o planetas canta:
grácil noche de todos, alas de todos, vago perro.


Trabajo

Esto hicieron otros
mejores que tú
durante siglos.
De ellos dependía
tu sensación de libertad
tu camisa limpia
y el ocio de tus lecturas y escrituras.
De ellos depende
todo
lo que te parecía natural
como ir al cine
o estar triste, levemente.
Lo natural, sin embargo, es el fango,
el sudor, el excremento.
A partir de ahí, comienza
la epopeya, que no es sólo
un asunto de héroes deslumbrantes,
sino también
de oscuros héroes, suelo de tus pisadas,
página donde se escriben las palabras.
Deja las palabras, prueba
un poco
lo que ellos hicieron, hacen,
seguirán haciendo
para que seas:
ellos,
los sumidos en la necesidad
y la gravitación,
los molidos por los soles implacables
para que tu pan siempre esté fresco,
los atados
al poste férreo de la monotonía
para que puedas barajar todos los temas,
los mutilados
por un mecánico gesto infinitamente repetido
para que puedas hacer
lo que te plazca con tu alma y con tu cuerpo.
Redúcete como ellos.
Paladea el horno,
come fatiga.
Entra un poco, siquiera sea clandestinamente,
en el terrible reino de los sustentadores
de la vida. 


Último epitalamio

Pero si al cabo vienes, despojada
de tus flores nupciales, a la hora
en que el mundo hasta el fondo se desdora
y la ceniza cubre a la mirada;

pero si entonces, con la boca helada
del ocaso postrero que devora
toda ilusión, fatal coronadora,
al oído me dices: soy la nada,

te daré gracias por dejarme verte
y abrazarte desnuda, y por ser mía
siquiera en el instante de perderte;

y dormiré en el tálamo que hacía
mi corazón, soñando que la muerte
es tu último velo, poesía.

 


 
Un extraño honor

El árbol sabe, con sus raíces y sus ramas,
todo aquello que puede ser un árbol:
¿o acaso también falta
a su mitad visible otro esplendor
que es lo que está sufriendo y anhelando?
No lo sabemos. Pero él
no necesita conocerse. Basta
que su misterio sea, sin palabras
que vayan a decirle lo que es, lo que no es.
El árbol, majestuoso como un árbol,
lleno de identidad hasta las puntas,
puede medirse cara a cara con el ángel.

Y nosotros ¿con quién nos mediremos,
quién ha de compartir nuestra congoja?
Ved ese rostro, escrutad esa mirada
donde lo que brilla es un vacío,
repasad como en sueños
esas líneas dolorosas en tomo de los labios,
ese surco que ha de ahondarse en la mejilla,
la desolada playa de la frente,
la nariz como un túmulo funesto. ¡Qué devastado reino,
qué fiero y melancólico despojo, humeando todavía!
Sólo otro rostro podría comprenderlo.
Así nos miramos cara a cara, el alma desollada,
con el secreto júbilo insondable que nos funda,
que está hecho de vergüenza
y de un extraño honor.


 

Un golpe de recuerdos te modela...

Un golpe de recuerdos te modela
como a la nube el soplo imprevisible.
¡La música y la enamorada tela
que cruza por tus ojos! Suprimible

y oscuro lo demás, aquí te espera,
frente a mi vida absorta o despiadada,
un país al que vuelves, pasajera
del eterno sabor de tu mirada.

-¿Será tú lo que miro? ¿Y a qué sombra
de tu soñar inmóvil pertenece
la antigua calidad en que me abismo?

Pero de pronto en mí tu voz me nombra
como un golpe de rara luz que acrece.
¡Oh música y milagro de lo mismo!


NICOLAS GUILLEN


Nació en Camagüey, Cuba, el 10 de julio de 1902. Cursó los estudios primarios en su ciudad natal, donde se graduó de bachiller en 1919. Se ganó la vida, ejerciendo diversas ocupaciones como tipógrafo, empleado y reportero.
Sus primeros versos fueron publicados en la revista Camagüey Gráfico, hacia 1919. En esa época estableció contacto con el grupo literario de Manzanillo, encabezado por Manuel Navarro Luna y Juan Francisco Sariol. En la revista que animaba este grupo, Orto, vieron la luz numerosos poemas del joven Guillén. En 1920 es corresponsal con el poeta Vicente Menéndez Roque de la página literaria del periódico Las Dos Repúblicas, cuya primera época había dirigido su padre. En ese mismo año, Guillen llegó a La Habana
y trabó amistad con Rubén Martínez Villena y demás componentes de la peña del café Martí, como Andrés Núñez Olano, José Tallet, Juan Marinello, Enrique Serpa y Regino Pedroso. En Camagüey, en 1922, trabajó en la redacción del periódico El Camagüeyano y fundó una revista de corta duración: Lis. De esa época data su primer libro de poemas,
Cerebro y corazón, que no llegó a publicar entonces y que aparece recogido por Ángel Augier en el primer tomo, segunda edición (1965), de su fundamental biografía Nicolás Guillen; notas para un estudio biográfico crítico. En 1927 regresa a la capital, donde se radica definitivamente. En la página "Ideales de una raza", del Diario de la Marina, en la cual colaboraba con numerosos artículos contra el prejuicio racial, publicó Guillén, el 20 de abril de 1930, Motivos de son. A partir de 1931 cuando se publica Sóngoro cosongo. que
incluye los Motivos, libro que es saludado con una carta de don Miguel de Unamuno, la obra de Guillén comienza a difundirse. En tal sentido, la "Elegía a un soldado vivo" (1937) es un verdadero programa revolucionario. En 1932 ingresó en las filas del Partido Comunista de Cuba. Durante la existencia del Partido Socialista Popular es miembro de su Comité Nacional. Por sus ideas políticas a favor de la revolución proletaria y en contra del imperialismo sufrió persecución, prisión y exilio. Desde 1953 hasta 1958, durante la tiranía de Batista, tuvo que permanecer fuera de Cuba. En 1954 le fue otorgado el Premio Lenin de
la Paz. Guillen ha viajado intensamente por América, Europa, Asia y África y ha representado a Cuba en innumerables congresos. Su obra, de excepcional significación en la literatura de lengua española, ha sido traducida a todos los idiomas y ha merecido comentarios elogiosos y estudios de destacadas personalidades de las letras contemporáneas. Al triunfo de la Revolución cubana regresó de su prolongado exilio. Por
esta época (principios de 1959), Guillen reanudó sus colaboraciones periódicas en el diario Hoy, órgano del Partido Socialista Popular, en secciones que aparecían bajo los títulos de "Crónica", "Asperges", "Motivo" y "Sol de domingo". En 1961 se celebró en La Habana el Primer Congreso Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, en el cual fue elegido Guillen para presidir la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), institución que presidió hasta 1985 y que naciera de aquel congreso. En 1975 le fue conferido el título de Doctor Honoris Causa en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad de La Habana.
Miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular. El Consejo de Estado de la República de Cuba le otorgó la orden "José Martí", la más alta condecoración del Estado cubano, y el Ministerio de Cultura, el Premio Nacional de Literatura 1983. Nicolás Guillen falleció en La Habana el 16 de julio de 1989.

ELISEO DIEGO


Escritor y poeta cubano, Eliseo Diego nació en La Habana el 2 de julio de 1920. Es reconocido como uno de los poetas más importantes del siglo XX en América Latina. Escritor precoz, escribió sus primeros cuentos antes de los diez años. Eliseo Diego estudió pedagogía y fue responsable del apartado infantil y
juvenil de la Biblioteca Nacional cubana hasta los años 70.  Eliseo Publicó su primer libro en 1942 bajo el título "En las oscuras manos del olvido". Su poesía, siempre contentiva de relatos fantásticos que se entremezclan con la realidad y tratando temas como la trascendencia a pesar de la muerte o la soledad, es una reflexión a lo efímero de la vida. Es considerado uno de los más grandes poetas de Latinoamérica. Por ello el célebre escritor colombiano Gabriel García Márquez se refirió alguna vez a Eliseo Diego como "uno de los más grandes poetas que hay en la lengua castellana". Fundador de la revista "Orígenes" junto a José
Lezama Lima y Cintio Vitier, en la cual también publicó diversos artículos. En 1993 obtuvo el Premio Internacional de Literatura Latinoamericana y del Caribe "Juan Rulfo".

Publicó alrededor de catorce diversos libros, de los cuáles varios fueron particularmente
elogiados por la crítica. 
Escribió multitud de cuentos y poemas, siendo El oscuro esplendor (1966) quizá el más destacable, junto con A través de mi espejo (1981) y Libro de quizás y de quién sabe (1989). En 1986 le es otorgado el Premio Nacional de Literatura de Cuba, por el conjunto de su obra y en 1988 y 1989 el de la Crítica.
Además, en el año 1992 recibió uno de los galardones más importantes de la lengua hispana: el Juan Rulfo. Murió el 1 de Marzo de 1996 en Ciudad de México.

CAMILO CIENFUEGO GORRIARAN


 Nació el 6 de febrero de 1932, en Lawton, La Habana En 1940 ingresa en la Escuela Anexa de la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro, pero tuvo que abandonar sus estudios por problemas económicos. Durante el período en que fue estudiante de San Alejandro, estuvo trabajando en la tienda “El Arte” como aprendiz. En el año 1948, comienza a involucrarse en la lucha política participando en las protestas populares contra el aumento de la tarifa de los ómnibus. En el año 1953 viajó a los Estados Unidos, en busca de una mejor situación económica, pero decide regresar indignado por el ambiente existente en este país y por la explotación a que eran sometidos los trabajadores. En el año 1954 se integra a la lucha estudiantil contra la dictadura del régimen de Batista, siendo fichado por la policía batistiana. Al verse perseguido y sin trabajo, decidió ir al exilio, por lo que viaja nuevamente a los Estados Unidos. De este país fue expulsado por las autoridades migratorias al vencerse su permiso de residencia, y enviado a México. Durante su estancia en México logra establecer contacto con Fidel Castro, quien organizaba una expedición revolucionaria contra la dictadura. Camilo es el último elegido para la expedición del yate Granma, debido a que no tenía el entrenamiento militar suficiente. Recibe su bautismo de fuego junto a sus
compañeros en Alegría de Pío, el 5 de diciembre de 1956. En el combate de El Uvero, ya ostenta los grados de teniente y dirige un pelotón. En la lucha armada en la Sierra Maestra, por su accionar de combate, se le otorga el rango de capitán. En el año 1957 se crea una nueva columna guerrillera: la columna 4 bajo el mando del comandante Ernesto Che Guevara. En ella, el capitán Cien-fuegos cumple función de jefe de la vanguardia. En el fragor de la lucha armada, nace una entrañable amistad entre él y el Che. El 3 de abril de 1958, es ascendido por Fidel al grado de comandante. Más avanzada la lucha armada, le fue asignada la tarea de dirigir la columna invasora número 2 "Antonio Maceo", la cual partió de la Sierra Maestra hacia el Occidente de Cuba en agosto de 1958 y que, junto a la columna ocho "Ciro Redondo" al mando del Che Guevara, extendió las acciones militares que habían comenzado en la zona oriental al occidente del país. Liderada por Camilo Cien-fuegos, se lleva a cabo la toma de la ciudad de Yaguajay, una batalla decisiva en el golpe final del Ejército Rebelde para debilitar las fuerzas represivas del tirano Fulgencio Batista. Tras el triunfo de la Revolución, asume el mando del Ejército Rebelde. El 19 de octubre de 1959, el comandante rebelde Huber Matos, en esos momentos jefe militar de la provincia de Camagüey, da un paso más en su traición al proceso revolucionario, conspirando con latifundistas y otros sectores desafectos. Camilo recibe la orden de marchar a Camagüey para abortar la conspiración. Prácticamente solo y sin uso de la
violencia, penetra al campamento militar y con el apoyo de la tropa allí acantonada, detiene a Hubert Matos y al reducido grupo de sus oficiales, que integraban el núcleo de la fracasada intentona golpista. Cuando Fidel Castro llega a la provincia y marcha hacia el cuartel, acompañado del pueblo camagüeyano, ya los complotados están detenidos. Camilo falleció el 28 de octubre de 1959, en un accidente de aviación a causa del mal tiempo, mientras retornaba de Camagüey a La Habana, en una avioneta Cessna, junto con el piloto

y su escolta.

ABIGAIL MEJIA

Ana Emilia Abigail Mejía

Ana Emilia Abigaíl Mejía Soliere, nació en Santo Domingo el 15 de abril del 1895 y falleció el 15 de marzo de 1941. Narradora, crítica literaria y educadora. Cursó sus estudios primarios en el Liceo Dominicano y en el Instituto de Señoritas Salomé Ureña de Henríquez. En 1912 se graduó de Maestra Normal de Segunda Enseñanza en Barcelona, España, país donde vivió durante muchos años. En 1925 retornó a República Dominicana integrándose inmediatamente a las labores docentes como profesora de Literatura, Pedagogía e Historia en la Escuela Normal Superior de Santo Domingo.
Fue una de la principales pioneras del feminismo en República Dominicana. Fundó los clubes Nosotras (1927) y Acción Feminista, este último dedicado a la formación de las mujeres de los sectores pobres del país. Perteneció a varias instituciones culturales, entre ellas: el Ateneo Dominicano, el Instituto de Investigaciones Históricas y la Asociación de Escritoras y Artistas Americanas. Colaboró con las revistas La Cuna de América y los periódicos Listín Diario, La Opinión y La Información. Sus obras Historia de la literatura dominicana e Historia de la literatura castellana fueron usadas como obras de texto para el nivel secundario por varias décadas. Es además, autora de la popular novela Sueña Pilarín.
En las primeras décadas del siglo XX su pensamiento feminista causó gran impacto, provocando diversas polémicas en los círculos políticos e intelectuales conservadores de la época. De influencia Republicana, escribió y vivió para las causas de la mujer y la literatura, fue además una enjundiosa investigadora de la lengua castellana y excelente prosista.
Siguiendo los pasos de su padre Juan Tomas Mejía y Cotes, escribió la primera Historia de la Literatura Dominicana (Santo Domingo: Imprenta Caribe, 1937), 146 pp. En la Escuela Normal estuvo como profesora de Castellano, Literatura, Pedagogía e Historia. Mejía en 1926 publicó en la revista Blanco y Negro que dirigía Francisco A. Palau su "Plan acerca de la fundación de un Museo Nacional en Santo Domingo", reflexiones sobre sus experiencias de visitas y observaciones, a los museos del Prado, Louvre y a la Pinacoteca del Vaticano. Tuvo bajo su responsabilidad la fundación y dirección (cargo en el cual permanecería hasta su fallecimiento) del Museo Nacional. Posteriormente publica en 1939 el primer catálogo editado en la República sobre un Museo.
En la II Reunión Interamericana del Caribe de Arqueología en 1940, trabaja en la Comisión Segunda de Etnografía e Historia, con un estudio titulado "Estudio comparativo de los restos arqueológicos de las Antillas". Posteriormente en 1941,en el Primer Congreso de Municipios Dominicanos, presenta la ponencia Creación y fomento de bibliotecas y hemerotecas, donde abordaría los problemas de la "letra impresa", expresando que: para que la letra impresa no sea "letra muerta" debe hallarse el libro fácil, accesible a todas las manos, con toda la comodidad y sin coste alguno su lectura.
Abigaíl Mejía es, sin lugar a dudas, la pionera del arte fotográfico femenino en la República Dominicana. En 1925 marca un hito: aparecen publicadas las dos primeras fotografías tomadas por una mujer de su autoría para ilustrar un artículo de fondo en la revista La Opinión, Revista Semanal Ilustrada (Año III, Vol.15, Núm.139 (3-IX-1925), s/p) de Santo Domingo.
Posteriormente, da a conocer, en dicha revista, una serie de fotografías de la Ciudad Santa tomadas por Mejía durante su peregrinación a Roma y a Lourdes, época en la cual para llevar a cabo su campaña de sensibilización para la creación del Museo Nacional dio a conocer “instantáneas” captadas por ella de museos y monumentos de España e Italia, que son parte de un “álbum” que preparaba sobre sus itinerarios de viaje por la vieja Europa. Una nota de los Editores al respecto dice: “El inquieto espíritu de Abigail Mejía, tan femenina y tan... feminista, no satisfecho con darnos de Roma sus ágiles y amenas impresiones literarias, ha querido completarlas con estas fotografías obtenidas por la escritora durante su permanencia en la ciudad de Nerón y San Pedro. Ellas ilustrarán el libro que sobre la urbe latina prepara la gentil literata. Nosotros sabremos agradecer las primicias de publicación que tan amablemente se nos ha brindado. Esta primera hoja del carné fotográfico de Abigail Mejía reproduce un bello rincón de la hermosa Plaza de San Pedro” (Ibidem).
Para 1925, año en el cual regresó definitivamente al país, la escritora era considerada “la primera figura intelectual femenina de la juventud”. En España había compartido amistad, tertulias y muestra de intereses comunes en las artes, la literatura y el movimiento feminista con Concha Espina, Blanca de los Ríos y Emilia Pardo Bazán.


ALEJO CARPENTIER Y VALMONT


Novelista y narrador cubano, considerado uno de los artífices de la renovacion de la 
literatura latinoamericana Periodista y musicólogo. Nació el 26 de diciembre de 1904 en Lausanne, Suiza. Hijo de Georges Julien Carpentier, arquitecto francés, y de Lina Valmont, profesora de idiomas de origen ruso,
Tuvo una vida marcada por un mestizaje y dualismo cultural. Empezó a estudiar sus primeras letras en colegios cubanos y su infancia coincidió con los primeros años de la República Independiente. De los once a los diecisiete años, sus padres se ocuparon de su educación: su padre le enseñaba las lecturas y su madre la música. Ya a partir de su niñez, Carpentier tuvo inclinaciones hacia la música. Sin embargo, cuando su padre los abandonó tuvo que dejar los estudios y empezar a trabajar para ayudar a su madre. Al fin de su
educación primaria en Cuba fue a París para completar parte de sus estudios secundarios en el Liceo Janson de Sailly donde, tomando cursos de teoría de la música, llegó a ser un pianista aceptable. En 1917 ingresó en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana para continuar sus estudios en teoría musical. En 1920 matriculó en la escuela de Arquitectura de la Universidad de la Habana; posteriormente abandonó los estudios en este campo. En 1921, empezó su carrera de periodista, que duró casi sesenta años Este mismo
año tomó la decisión de abandonar definitivamente su carrera universitaria y volvió otra vez a Francia. Al regresar a Cuba dos años después, redactó artículos de crítica musical y teatral en La Discusión y El Heraldo de Cuba en 1923 y 1924. Se unió al Grupo Minorista en 1923 y formó parte de la Protesta de los Trece. El Grupo Minorista formó parte de la «Falange de Acción Cubana», grupo fundado por Martínez Villena que criticaba el gobierno y organizó el fracasado movimiento insurreccionar de la «Asociación de Veteranos y Patriotas». 
Entre 1924 y 1928 Carpentier ocupó el puesto de redacción de la revista Carteles. En 1928 conoció al poeta surrealista francés Robert Desnos quien lo ayudó a huir del opresivo régimen de Machado. Éste le facilitó su pasaporte y lo ayudó a embarcarse en el buque «España» rumbo a Francia. En París residió hasta 1939. 
El tiempo que pasó en Francia enriqueció el mundo del escritor y lo introdujo a nuevas técnicas
 literarias y funciones expresivas. Después de la caída del régimen de Gerardo Machado, hizo un breve viaje a Cuba en 1936 Pasó mucho de su tiempo en Francia, entre los años 1932-1939, trabajando en la radiodifusión francesa. Carpentier vivió en auto-exilio en Venezuela por catorce años (1945-1959). Algunos críticos identificaron este periodo de su vida como la más fecunda de su vida, tanto por la cantidad como por la muy alta calidad de lo que allí escribió. Carpentier regresó a Cuba en 1959 estableciendo su residencia en la capital. En 1962, llegó a ser el director ejecutivo de la Editorial Nacional de Cuba. Recibió
el título de Doctor Honoris Causa en Lengua y Literatura hispánicas, otorgado por la Universidad de La Habana el 3 de enero de 1975. En ese mismo año, recibió el Premio Internacional Alfonso Reyes. Es electo diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba. En 1978 se le otorga la más alta distinción literaria de España, el Premio Miguel de Cervantes. Falleció en La Habana el 24 de abril de 1980

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