Era la
tercera ocasión en menos de un mes que Lecio
Morrobel recorría de punta a
punta la ciudad entregando curriculum vitae y llenando solicitudes de empleos
en las principales empresas de zonas francas nacionales y extranjeras.
Al llegar
a la casa después de hacer un largo recorrido, Lecio se tira en un sofá y aunque
se sentía extenuado saca tiempo para consultar los periódicos buscando en ello
una oportunidad, a veces ni comía,ya que se dedicaba a revisar cuidadosamente los clasificados,
otra veces hasta se molestaba al ver que no solicitaban a nadie que se
relacionara con su oficio.
Un día cerca de las tres de la
tarde cuando ya el creía haber perdido las
esperanza escuchó el teléfono sonar con insistencia, lleno de entusiasmo
Lecio corrió desde la habitación de los niños
hasta la salita donde timbraba el aparato, con rapidez levantó el
auricular, pero se desilusionó al comprobar que se trataba de su amigo Olegario
quien fungía como administrador de una reconocida Industria de calzado, el
saludo fue frió, a lo mejor por que su amigo no tenia mucho que ofrecerle, y como para votar el golpe de inmediato inicio la conversación con
una andanada de criticas hacia gobierno, luego Olegario pasó a analizar la situación
por la que atravesaba la empresa que regenteaba para terminar invitándole unos
tragos en su casa de la playa, como era de esperarse Lecio no aceptó, pero no
dejó de mencionarle el empleo que en
varias oportunidades le había ofrecido, le recordó también las necesidades por
la que estaba atravesando su familia, fue entonces que Olegario acomodando las
palabras le comunicó que su solicitud no había sido aprobada, se excusó al
tiempo que le señalaba la posibilidad de darle una mano para el mes entrante, al
escuchar al amigo, Lecio se incomodó y prefirió no continuar con la plática, el
amigo se dio cuenta del disgusto y aprovechó para dar por terminada la
conversación, cuando Lecio quedó a sola se dio cuenta que su amigo le había
mentido, lo supo por que el tono de su voz salía sin emociones, así se lo hizo
saber a su mujer.
Después de un rato Lecio empezó
a meditar y hasta pensó que todos los empleadores se habían puesto de acuerdo
para negarle la oportunidad de conseguir honradamente el sustento de Teresa y
sus dos gemelos, creyó eso porque en cada empresa visitada por el había un
letrero grande que decía” No hay vacantes”.
Luego de la meditación y la
conversación con Olegario, Lecio decidió esperar, espero por días, por semanas
y hasta meses esperó, pero nadie requería de sus servicios, y eso que el se
había graduado con honores en la escuela de perito, por demás era plomero
industrial, sin contar con varios reconocimientos que tenía como buen
trabajador, con el tiempo los días se volvieron largos y monótonos y a pesar de
eso el seguía con la fe puesta en la virgen, de la Altagracia , a diario se
levantaba lleno de esperanza, y cuando el día transcurría sin novedad sonreía,
aunque en el fondo se sentía molesto y un poco desalentado.
Empezaba a preocuparse cuando
una mañana el teléfono empezó a sonar con el insistencia, el mismo tomó la
llamada, al hacerlo sintió una rara sensación, le pareció que ese día se
convertiría en el fin de sus penurias, era uno
de esos día donde no se admitía la palabra fracaso se dijo así mismo.
Del otro lado del auricular una voz de mujer suave y gentil le informaba que
tenía una cita con el gerente de personal, al otro día el hombre salió como
alocado, antes de la hora señalada ya estaba en la empresa; en la recepción le
brindaron café y le entregaron unas hojas amarillentas para que la llenara al
momento de devolverla el le preguntó a la muchacha de la recepción que día
podría entrevistarse con el jefe de personal, ella revisó la solicitud y dijo
amablemente; señor tendrás que esperar; y si califica le avisaremos.
Cuando Lecio escuchó las
palabras “si califica” sintió ganas de llorar, segundo después reflexionó y
optó por dirigirse de vuelta a su hogar, pagó el pasaje con los últimos cinco
pesos que le quedaban. Al llegar a su casa encontró a su mujer echa un
desastre, acababa de sufrir un mareo,
los muchachos como para mitigar el hambre dormían.
Cuando Teresa lo vio tan
desanimado le preguntó ¿Sucede algo Lecio?, no pero estamos en apriete dijo el
hombre mordiéndose los labios, y tu por que esta tan alarmada dijo el, ella no
respondió, pero al sentir que su mujer lo miraba de una manera extraña; Lecio
volvió a preguntar, esta vez sus palabras tenían un tono inquisidor, ¿que te
ocurre mujer? Es que estoy embarazada dijo ella con cierta intranquilidad, el
hombre iba a decirle algo pero no pudo, la palidez de su mujer lo conmovió
tanto que sonrió, sonrió pero ahora dentro de su pecho llevaba un nuevo
disgusto, un disgusto que le arropaba toda el alma.
Después de la conversación
Lecio atravesó el cuarto del pequeño departamento, lentamente bajó la escalera
buscando algo de comer, como no encontró nada subió de nuevo y se recostó al
lado de sus hijos, al rato se levantó, se quitó la camisa, colgó esta en una
percha de alambre, luego cerró los ojos fuertemente y se desplomó en la cama de
su cuarto, después de lo que le dijo Teresa el se sentía aturdido, allí suspiró
profundo, fue un suspiro largo y doloroso, mas tarde cuando abrió los ojos, lo
primero que vio encima de la mesita de noche el frasco de pastilla
anticonceptiva de su mujer; también un clip de madera sujetando el manojo de
solicitudes de trabajo, y en uno de los extremos atadas con gomitas de colores
las tarjetas de presentación de los funcionarios del gobierno cuando eran
pre-candidatos del partido, así estaba él cuando Teresa penetró a la habitación,
el resto fue una noche de insomnio, y cuando él con los ojos secos despertó de
su letargo solo se le ocurrió decirle a su mujer, por el amor de Dios Teresa
dime que es broma eso del embarazo, la mujer no contestó, en ese instante
estaba entretenida acariciándose el vientre, Lecio la miró por encima del hombro
izquierdo y solo se le ocurrió decir ¡Que extrañas son las cosa de Dios!