Vivía en
otros tiempos un comerciante con su mujer; un día ésta se murió, dejándole una
hija. Al poco tiempo el viudo se casó con otra mujer, que, envidiosa de su
hijastra, la maltrataba y buscaba el modo de librarse de ella.
Aprovechando la ocasión de que el padre
tuvo que hacer un viaje, la madrastra dijo a la muchacha:
-Ve a ver a mi hermana y pídele que te dé
una aguja y un poco de hilo para que te cosas una camisa.
La hermana
de la madrastra era una bruja, y como la muchacha era lista, decidió ir primero
a pedir consejo a otra tía suya, hermana de su padre.
-Buenos
días, tiíta.-Muy buenos, sobrina querida. ¿A qué vienes?
-Mi
madrastra me ha dicho que vaya a pedir a su hermana una aguja e hilo, para que
me cosa una camisa.
-Acuérdate
bien -le dijo entonces la tía- de que un álamo blanco querrá arañarte la cara:
tú átale las ramas con una cinta. Las puertas de una cancela rechinarán y se
cerrarán con estrépito para no dejarte pasar; tú úntale los goznes con aceite.
Los perros te querrán despedazar; tírales un poco de pan. Un gato feroz estará
encargado de arañarte y sacarte los ojos; dale un pedazo de jamón.
La
chica se despidió, cogió un poco de pan, aceite y jamón y una cinta, se puso a
andar en busca de la bruja y finalmente llegó.
Entró en la
cabaña, en la cual estaba sentada la bruja Baba-Yaga sobre sus piernas
huesosas, ocupada en tejer.
-Buenos
días, tía.-¿A qué vienes, sobrina?
-Mi madre me
ha mandado que venga a pedirte una aguja e hilo para coserme una camisa.
-Está
bien. En tanto que lo busco, siéntate y ponte a tejer.
Mientras la
sobrina estaba tejiendo, la bruja salió de la habitación, llamó a su criada y
le dijo:
-Date
prisa, calienta el baño y lava bien a mi sobrina, porque me la voy a comer.
La pobre
muchacha se quedó medio muerta de miedo, y cuando la bruja se marchó, dijo a la
criada:
-No quemes
mucha leña, querida; mejor es que eches agua al fuego y lleves el agua al baño
con un colador.
Y
diciéndole esto, le regaló un pañuelo.
Baba-Yaga,
impaciente, se acercó a la ventana donde trabajaba la chica y le preguntó a
ésta:
-¿Estás
tejiendo, sobrinita?
-Sí, tiíta, estoy trabajando.
La bruja se alejó de la
cabaña, y la muchacha, aprovechando aquel momento, le dio al gato un pedazo de
jamón y le preguntó cómo podría escaparse de allí. El gato le dijo:
-Sobre la
mesa hay una toalla y un peine: cógelos y echa a correr lo más de prisa que
puedas, porque la bruja Baba-Yaga correrá tras de ti para cogerte; de cuando en
cuando échate al suelo y arrima a él tu oreja; cuando oigas que está ya cerca,
tira al suelo la toalla, que se transformará en un río muy ancho. Si la bruja se
tira al agua y lo pasa a nado, tú habrás ganado delantera. Cuando oigas en el
suelo que no está lejos de ti, tira el peine, que se transformará en un espeso
bosque, a través del cual la bruja no podrá pasar.
La muchacha
cogió la toalla y el peine y se puso a correr. Los perros quisieron
despedazarla, pero les tiró un trozo de pan; las puertas de una cancela
rechinaron y se cerraron de golpe, pero la muchacha untó los goznes con aceite,
y las puertas se abrieron de par en par. Más allá, un álamo blanco quiso
arañarle la cara; entonces ató las ramas con una cinta y pudo pasar.
El
gato se sentó al telar y quiso tejer; pero no hacía más que enredar los hilos.
La bruja, acercándose a la ventana, preguntó:-¿Estás tejiendo, sobrinita? ¿Estás tejiendo, querida?
-Sí, tía, estoy tejiendo -respondió con voz ronca el gato.
Baba-Yaga
entró en la cabaña, y viendo que la chica no estaba y que el gato la había
engañado, se puso a pegarle, diciéndole:
-¡Ah viejo
goloso! ¿Por qué has dejado escapar a mi sobrina? ¡Tu obligación era quitarle
los ojos y arañarle la cara!
-Llevo mucho
tiempo a tu servicio -dijo el gato- y todavía no me has dado ni siquiera un
huesecito, y ella me ha dado un pedazo de jamón.
Baba-Yaga se
enfadó con los perros, con la cancela, con el álamo y con la criada y se puso a
pegar a todos.
Los
perros le dijeron:
-Te hemos
servido muchos años, sin que tú nos hayas dado ni siquiera una corteza dura de
pan quemado, y ella nos ha regalado con pan fresco.
La
cancela dijo:
-Te he
servido mucho tiempo, sin que a pesar de mis chirridos me hayas engrasado con
sebo, y ella me ha untado los goznes con aceite.
El
álamo dijo:
-Te he
servido mucho tiempo, sin que me hayas regalado ni siquiera un hilo, y ella me
ha engalanado con una cinta.
La
criada exclamó:
-Te he
servido mucho tiempo, sin que me hayas dado ni siquiera un trapo, y ella me ha
regalado un pañuelo.
Baba-Yaga se
apresuró a sentarse en el mortero; arreándole con el mazo y barriendo con la
escoba sus huellas, salió en persecución de la muchacha. Ésta arrimó su oído al
suelo para escuchar y oyó acercarse a la bruja. Entonces tiró al suelo la
toalla, y al instante se formó un río muy ancho.
Baba-Yaga llegó a la orilla, y
viendo el obstáculo que se le interponía en su camino, rechinó los dientes de
rabia, volvió a su cabaña, reunió a todos sus bueyes y los llevó al río: los
animales bebieron toda el agua y la bruja continuó la persecución de la
muchacha.
Ésta arrimó otra
vez su oído al suelo y oyó que Baba-Yaga estaba ya muy cerca: tiró al suelo el
peine y se transformó en un bosque espesísimo y frondoso.
La
bruja se puso a roer los troncos de los árboles para abrirse paso; pero a pesar
de todos sus esfuerzos no lo consiguió, y tuvo que volverse furiosa a su
cabaña.Entretanto, el comerciante volvió a casa y preguntó a su mujer.
-¿Dónde está mi hijita querida?
-Ha ido a ver a su tía -contestó la madrastra.
Al poco rato, con gran sorpresa de la madrastra, regresó la niña.
-¿Dónde has estado? -le preguntó el padre.
-¡Oh padre
mío! Mi madre me ha mandado a casa de su hermana a pedirle una aguja con hilo
para coserme una camisa, y resulta que la tía es la mismísima bruja Baba-Yaga,
que quiso comerme.
-¿Cómo
has podido escapar de ella, hijita?Entonces la niña le contó todo lo sucedido.
Cuando el
comerciante se enteró de la maldad de su mujer, la echó de su casa y se quedó
con su hija.
Los
dos vivieron en paz muchos años felices.
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