nos quedamos los dos solos.
Desde la dulce mañana
de aquel día, éramos novios.
dormía sus vagos tonos,
bajo el cielo gris y rosa
del crepúsculo de otoño--.
bajó, serena, los ojos
y me ofreció sus mejillas,
como quien pierde un tesoro.
en el jardín silencioso,
y en el aire erraba aún
un perfume de heliotropos--.
le dije que éramos novios,
. . .y las lágrimas rodaron
de sus ojos melancólicos.
le golpeé las espaldas.
se enjoyó de gotas claras.
sobre la arena perlada!
entre los rosales granas;
como manzana de plata,
amanecida de escarcha--.
entre los rosales granas.
La risa se le mojaba.
corriendo, la golpeaba. . .
El viaje definitivo
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostálgico. . .
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido. . .
Y se quedarán los pájaros cantando.
"Retorno fugaz"
--¡Oh corazón falaz, mente indecisa!--
¿Era como el pasaje de la brisa?
¿Como la huida de la primavera?
cual estival vilano. . . ¡Sí! Imprecisa
como sonrisa que se pierde en la risa. . .
¡Vana en el aire, igual que una bandera!
primavera de junio, brisa pura . . .
¡Qué loco fue tu carnaval, qué triste!
--¡memoria, ciega abeja de amargura!--
¡No sé cómo eras, yo que sé que fuiste!
Octubre
Estaba echado yo en la tierra, enfrente
del infinito campo de Castilla,
que el otoño envolvía en la amarilla
dulzura de su claro sol poniente.
abría el haza oscura, y la sencilla
mano abierta dejaba la semilla
en su entraña partida honradamente.
pleno de su sentir alto y profundo,
al ancho surco del terruño tierno;
a ver si con romperlo y con sembrarlo,
la primavera le mostraba al mundo
el árbol puro del amor eterno.
Soledad
¡qué sin ti estás, qué solo,
qué lejos, siempre, de ti mismo!
cual mi frente,
tus olas van, como mis pensamientos,
y vienen, van y vienen,
besándose, apartándose,
en un eterno conocerse,
mar, y desconocerse,
tu corazón te late, y no lo siente. . .
¡Qué plenitud de soledad, mar solo!
¡Inteligencia, dame
el nombre exacto de las cosas!
. . . Que mi palabra sea
la cosa misma
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas . . .
¡Inteligencia, dame
el nombre exacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!
Vino, primero pura,
vestida de inocencia;
y la amé como un niño
de no sé qué ropajes;
y la fui odiando, sin saberlo.
fastuosa de tesoros
¡Que iracundia de y el y sin sentido!
Y yo le sonreía.
de su inocencia antigua.
Creí de nuevo en ella.
y apareció desnuda toda. . .
¡Oh pasión de mi vida, poesía
desnuda, mía para siempre!
Juan Ramón Jiménez
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