miércoles, 21 de diciembre de 2011

NO VENGO A PRESENTAR EXCUSA


Un sábado en la mañana mientras Diomito Montero labraba la tierra fue avisado que una gran tragedia había ocurrido en su hogar, acto seguido el hombre dejó a un lado la azada, tomó su machete y en un santiamén se presentó al bohío, al entrar, en un rincón vio a Tibisay la más chiquita de sus hijas sollozando; por la rasgadura de su indumentaria el campesino dedujo que la menor había sido ultrajada. ¿Qué te han hecho mi pequeña? preguntó el padre dulcemente.

La muchacha no respondió, el hombre la miró de arriba abajo y notó que la niña tenía un paño entre sus piernas de donde manaba sangre a borbotones, hijita le quieres decir a tu papá quien fue el hijueputa que te hizo eso preguntó de nuevo el padre con un dolor incontenible en su almas, ¡fue el patrón papacito, fue Don Gaspar!, dijo la pequeña cubriéndose en rostro con sus manos. Sin saber que hacer Diomito lleno de ira corrió de un lado hacia otro hasta que se acordó donde había dejado su machete, iba a tomarlo pero en ese momento escucho los pasos de un caballo, era el alcalde del lugar.
¿Puedo saber a qué se debe su visita?, preguntó el campesino, mire Diomito dijo el pedáneo, sabemos que usted es hombre de bien, pero Don Gaspar pasó hoy por la alcaldía y denunció que lo encontró en el acto, desflorando a la menor de las hijas de usted, por lo tanto debe acompañarme, ¡eso no es cierto!, replicó el hombre, Lo siento mucho dijo el alcalde, pero como usted comprenderá Don Gaspar es uno de los hombres más poderoso de la región, valla y preséntese nomás para que yo pueda mantenerme en el puesto, le juro que haré cumplir la ley dijo el alcalde, está bien repuso el adolorido padre pero antes déjeme dar del cuerpo, vaya, pero venga enseguida dijo  el representante de la ley.
Mientras el alcalde esperaba afuera, Diomito penetró a la casa, le echó una ojeada a su hija que todavía no se había movido del rincón y luego se dirigió al retrete, en una mano llevaba el machete, pero en vez de entrar a la letrina tomó un atajo por donde sabia caminaba su patrón, después de mucho andar se detuvo al final del camino, allí lo esperó, oscurecía cuando lo vio acercarse, el campesino se quedó como alucinando, y pensar que alguna vez, admiré a este hombre dijo en silencio, pero el dueño de la hacienda también lo divisó, desde donde yo estaba vi cuando Don Gaspar se desmontó de la mula, entonces camine hacia él, dijo Diomito, y aunque yo llevaba el machete en la mano, solo quería tomarle la medida a sus palabras para comprobar si  era cierto lo que me dijo mi hija, pero cuando lo intercepté el trató de evadirme, varias veces me le interpuse en su camino, y cuando nos pechamos frente a frente, noté que las manos y los labios le temblaban, entonces lo miré con la rabiza del ojo y vi que él también me miraba de una manera extraña, cuando lo abordé para aclarar el asunto, vi que se puso pálido agregó el hombre cuando fue a entregarse, eso fue más que suficiente para comprobar que él fue el causante de la desgracia de mi familia, dijo. Fue por eso que sin mediar palabra, de un solo machetazo, lo deje tendido a la vera del camino y ahora he venido a presentarme, pero debo recordarle, señor alcalde, que si usted es hombre que se precia en hacer cumplir la ley, como dijo la tarde cuando fue a mi casa a arrestarme, vengo a decirle, que es una ofensa humillante si no hace justicia en mi caso. Autor Ramón Sánchez

Del poemario "Frío"


La ciudad hace gala de su rango
de musa milenaria.
Hace frío, y el viento entre los coches
empuja al transeúnte a refugiarse al fondo
de los bares cercanos y las cafeterías
que sacan sus estufas a sombrillas de invierno.

En una de ésas, mientras
me fumo un cigarrillo, pienso en ti,
mujer que tantas noches desertas de mis manos.

Hay,
en este mismo instante,
una mezcla de paz y desaliento
-el sabor melancólico de una jornada extinta-
que hace volcar los ojos en los contenedores
que han dejado revueltos los primeros mendigos
y en la elegante urgencia de los escaparates
que exhiben los conjuntos de nueva temporada.

Todavía
puedo ver en tus labios
el vapor tembloroso de tu respiración
con las mismas palabras tantas veces nombradas
que tal vez erraron el camino,
pero no desistieron
de su terca afición por los milagros,
y ahora
sólo buscan espacios donde poder airear
sus rutinas domésticas.

Alguien trae el periódico,
y en las conversaciones
se escurren como hielo las últimas noticias:
“Reforma laboral, pactos sociales,
jóvenes exaltados pagan su libertad a un alto precio,
cae la bolsa y se eleva la cifra de parados,
la nieve hace presencia en el noreste y centro del país”.

Parece que este invierno va a ser duro,
y esta estufa no abriga, vida mía.

Diciembre 2010

José Pozo Madrid



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