Cuando me vio, la parca apresurada se ocultó en el rancho donde dormía la vieja, y ella... ni siquiera se dio cuenta que la
muerte se metió en su propia madriguera.
Y al otro día cuando el sol ya se iba, la bribona le tendió
una celada;
No tuvo compasión de ella.
Ni siquiera porque ya la vieja tenias los años tatuado
en su rostro.
Y ahora que han pasado los años, mis ojos se desangran
y se llenan de tristeza.
Por las noches (...) yo te sueño mamacita.
Te sueño refunfuñandome como antes, y tambien alcaso a ver tu
sonrisa desteñida.
Y veo el blanco
de tus ojos, los veo como si fuera un pedazo de cielo.
Te juro madre que no descansaré hasta ver a la muerte
enterrada en el mismos vientre de la tierra.
Hay veces...
Cuando me quedo solo,
Tus recuerdos
vienen hasta mí e invaden mi cabeza,
Y allí entre sollozos contemplo intacta tu última
morada
Y me parece ver
por doquier tu figura derramada.
Entonces... se me
adentra un extraño titubeo
Y siento tus
palabras como si se fueran incrustando en las paredes de mi piel.
Súbitamente...
Se me quiebra la voz, los labios me palpitan silenciosos,
Y así;
Paso horas entera
contemplando aquel escenario vacío,
Y en mi largo
desvarío
Solo alcanzo a decirte...
“Madre” cuanto he llorado tu ausencia.
De pronto (...)
Todo comienza a girar,
Siento que el corazón se me hiela
Y yo siento la
noche perezosa cuando se acomoda a mi lado,
A seguida oigo voces; eres tu madre pregunto
apresurado, me asomo al ventanal, al
fondo veo una blanca metamorfosis que se retuerce suavemente,
La miro extrañado,
Se me parece a ti, aunque un poco más delgada,
Te contemplo tan viva como antes,
¡Aunque un poco
deformada!
Me acerco más (...)
Pero de tanto
llorar ya mis ojos casi no pueden componer tu imagen olvidada.
Entonces... me
cubro el rostro con las manos y lloro amargamente,
Lloro de rabia y de angustia, lloro
de impotencia por que ya ni siquiera me puedo recordar del rostro de aquella mujer que un día me dio la
vida.
Ramón B.
Sánchez C.
15/6/89
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